lunes, 4 de mayo de 2009

QUIEN VELA CAE DEL TIEMPO





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Vivimos deshabitados de tiempo, desamparados de hábitos vagamos entre fragmentos de una realidad que nos aísla del mundo, nuestros pasos no siguen la línea recta de lo cotidiano alienados, inconformes, seguimos los impulsos de una ilusión que bifurca aun mas los laberintos del alma, estamos enfermos de ansiedad y nos encontramos indiferentes al lento e impasible transcurrir de las horas.

La vida es un proyecto sin sentido cuando en el silencio de la noche desmentimos conceptos como “orden” o “absoluto” es entonces cuando la mente queda sumida en un blanco total similar a ese proceso en que forzamos a nuestra memoria a atravesar los limites del último recuerdo a sabiendas de que detrás de la barrera del tiempo se encuentra el secreto de algo inasible, eso es la angustia: el sin sentido de la existencia.


Estamos hechos a la noche porque somos hijos del silencio del reino de la nada. Pertenecemos a la especie del insomne que vela las pesadillas de aquellos que buscan “la verdad” en el orden cotidiano de cada día. Gritan y sus cuerpos se convulsionan como si el alma quisiera abandonarlos, cuerpo-reloj cuerpo- sistema cuerpo-prisión cuerpo-esclavo cuerpo-trabajo somos la pesadilla de algún dios porque el mundo pierde consistencia cuando atentamos contra la discontinuidad de los días.



Los insomnes no estamos seguros de nada salvo de que la vida no es sueño, la noche desenmascara toda posibilidad esperanzadora del universo. Seres engendrados por la caída, vivimos en el constante vértigo que produce el desenmascaramiento de una farsa universal. Nada nos queda, nada nos pertenece, solo las palabras ese conjunto de signos engañosos que nos permiten develar los residuos del pensamiento con el objetivo (si es que existe alguno) de purgar nuestra existencia de vomitar esta enfermedad del existir decirlo todo, confesarlo todo hasta la vergüenza de sabernos vivos. La escritura nombra lo incurable solo así exorcizados por ella somos capaces de esperar la muerte.

El dolor, la angustia la filosofía tienen que encarnarse en nuestros cuerpos ser carne nada etéreo, nada volátil, ser uno mismo el receptáculo del sin sentido: ser existencia. Reflexionar desde la experiencia nos permite dar una visión subjetiva del mundo, nombrarlo desde el hastío victimas de una vigilia prolongada las cosas que nos rodean pierden sustancia se develan ante nuestros ojos tal y como son: gastadas y superfluas tener conciencia del espacio que nos rodea nos lleva a la caída del tiempo.


Caer del tiempo al igual que Alicia en el país de las maravillas descendemos pero en sentido inverso no a un mundo subconsciente onírico sino a una pesadilla de lo lúdico es la lucidez la que nos presenta un mundo desgarrador lleno de fisuras el rostro de la lucidez es el horror, ser conciente del mundo que nos rodea de la irrealidad en que estamos sumergidos provoca una angustia existencial que se adhiere a nuestras vidas como una terrible enfermedad.


La lucidez es un lapso, una nausea, una visión apocalíptica instantánea sin embargo después de ella nada será igual nuestro ser se habrá transformado irremediablemente Mente y cuerpo se saben engañados por la simulación de una realidad alimentada desde una caótica telaraña creada por los sistemas de poder. Nada es lo que parece de ahí que la locura sea penada con el encierro pues es en esos delirios del insomne donde radica la lucidez del hombre. La razón no duerme.



Pero también la lucidez se desvanece (auque deja detrás suyo una puerta abierta para siempre: la posibilidad del suicidio) y da paso a la conciencia. El ser concientes nos permite seguir viviendo pero nos impide continuar siendo cómplices de la existencia, extranjeros con diferente idioma, costumbres y pensamientos, nos transformamos en seres exiliados en el reino de la nada.

veroviajes

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Daño y error, dolor y amor
La vida misma.

mayo 05, 2009 1:02 a. m.  

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